Interrogatorio

a David Eufrasio Guzmán

Interrogatorio
11/04/2023 Alexandra Pareja

Has escrito crónica, cuento, novela ¿cómo es la experiencia de escribir en géneros diversos?

Escribí crónicas durante varios años para Universo Centro y para sus proyectos editoriales hasta que en algún momento me di cuenta de que no disfrutaba tanto la reportería y el trabajo de campo que requiere la crónica. Creo que para hacer periodismo narrativo hay que tener una vocación y un espíritu que yo nunca encontré en mí, o que hasta el momento no he encontrado: hay que ser entrón, conversador, buscar fuentes, hablar con ellas mil veces, tener paciencia para detectar la luz secreta que reflejan las historias. Y aunque disfrutaba el momento de la escritura, no era así en el proceso, mientras que en la ficción me siento más vivo, más yo, menos ansioso, libre de deformar y destruir la vida vivida para imaginarla, para construirla de nuevo a través del lenguaje y la literatura. Y entre cuento y novela, diría que la relación con el cuento es más breve pero más intensa y con la novela es más densa, más compleja, más duradera. Se me ocurre que escribir cuento es como un noviazgo con todas las de la ley pero fugaz, mientras que la novela es como un matrimonio, y por lo tanto, exige más energía que cualquier cosa.

 

¿Crees haber definido un estilo particular que permea cada uno de tus trabajos?

Creo que el estilo es un organismo vivo que evoluciona, cambia, adquiere matices o características según lo que uno esté escribiendo, entonces nunca he pensado en definirlo, que sería como ponerle unos límites. Lo que sí creo es que hay unos rasgos que se han conservado hasta ahora en mi escritura o en mi estilo: la elección de ciertos temas como el absurdo familiar, o el uso de un lenguaje cercano, o la mirada, de la que se desprenden vainas como el humor, la ironía, la burla, la ternura o la crueldad.

 

¿Te interesa la idea de conformar una obra consistente?

Me interesa poder seguir leyendo y escribiendo, seguir explorando el mundo y mi vida a través de la escritura. Y claro, me interesa leer y escribir cada vez mejor, eso me parece lo más importante y de lo que me quiero ocupar. Creo que mis tres libros son como premios de etapa en mi camino en la escritura y entre uno y otro siento cierta evolución. Pero mientras escribo no pienso en “La Obra” y sus posibles repercusiones. Por supuesto, qué bueno que se diga que la de uno es una obra que vale la pena, que es original, entrañable, verdadera, lo que sea, pero los llamados a decir eso son los que se han acercado a ella. Yo simplemente quisiera que cuando salga un nuevo libro mío la gente sienta ganas de leerlo, que vengan más lectores, que la gente quiera seguir siendo testigo del camino de uno porque ve algo valioso ahí.

 

¿Algún género en el que te sientes más cómodo?

Me siento cómodo creando ficciones y los géneros que he trabajado son cuento y novela. Cuando terminé mi primer libro de cuentos, la pulsión me llevó a querer escribir una novela y cuando terminé esa novela quise volver al cuento, y ahora que terminé este nuevo libro de cuentos… puede que tenga ideas que tal vez se adapten mejor a las posibilidades de la novela. Entonces puedo decir que me he sentido cómodo saltando de un género a otro, pero que uno se sienta cómodo no quiere decir que la tenga fácil o que todo fluya, hay una comodidad a la hora de enfrentar esas escrituras, que vienen con sus dificultades, porque ahí es donde me gusta dar la lucha, en el ruedo de la ficción.

 

¿Necesitas escribir permanentemente?

Pienso que un escritor siempre está escribiendo así no esté sentado frente al teclado, siempre está observando, pensando, fraguando ideas en su cabeza mientras está en un paseo, en un cine, en la cama, en un libro. Y eso también hace parte del escribir, ir abonando el terreno en la mente para una próxima escritura. Mis libros han estado precedidos de largos periodos de ocio y la necesidad de escribir llega cuando he rayado y pensado lo suficiente; cuando siento que es el momento, y una vez empiezo, no paro hasta terminar. En esta etapa de escritura, mecanografía, reescritura, mi vida gira en torno a eso y trato de escribir todos los días, lo asumo como un trabajo. Luego vienen esos períodos de vagancia, largos o cortos, de leer por puro placer, de no hacer nada, solo el trabajo para ganarse la vida, y en esos momentos me puedo pasar un tiempo sin escribir lo mío. Sin embargo desde hace mucho llevo unos cuadernos anuales, como unos diarios, y ahí sí escribo a mano con mucha frecuencia, pero solo lo cotidiano, lo que está en el tintero mental, los sueños, las preocupaciones del día a día, todo eso suele ser una escritura diferente, casi de registro, de escribir cosas para que después no se me olviden, pensamientos sueltos, miedos, obsesiones, todo eso es un material que solo me interesa y me sirve a mí, pero que muchas veces alimenta la escritura de cuentos y novelas.

 

¿Un escritor nace o se hace?

Yo no creo que alguien se haga escritor por azar o por herencia o por genética, alguien se hace escritor porque confluyen varias cosas. Todo ser humano tiene potencial para crear, y eventualmente, escribir, así que si sus circunstancias de vida le permiten explorar esa sensibilidad desde la infancia, como me ocurrió a mí, seguro ese podría ser el germen de un escritor o de un artista. Luego está la vida, que va mostrando caminos, están las decisiones que uno toma, la vocación que se va descubriendo. Y ahí viene lo determinante, la pulsión, ese llamado interno, esa cosa espinosa que palpita dentro de uno y que lo hace escribir y querer contar historias sí o sí, el trabajo alrededor de eso, la lectura, el crear condiciones y renunciar al consumo desmedido o a formas de vida costosas para poder dedicarse a algo que no deja muchas ganancias económicas, pero sí lleno el espíritu. Un escritor se hace a fuerza de lecturas y escrituras, de ensayo y error. Se requiere trabajo, pero suele pasar que tampoco es suficiente, como tampoco es suficiente -o necesario- ser un erudito. Se necesita más que todo tener gracia o lo que García Lorca llama tener “duende”.

 

¿Cuál es tu tipo de lectura a la hora de ser lector?

Me gusta leer cuento, novela, crónica, poesía, ensayo autobiográfico, y dentro de esos géneros, sobre todo en cuento y novela, que es lo que más me interesa, prefiero los escritores que se concentran en la narración sin descuidar la historia ni los personajes y en ese recorrido, gracias a su mirada, a su punto de vista, a su agudeza, encuentran la belleza, la profundidad, la poesía y la filosofía. Por ejemplo, en esta línea me gusta mucho lo que han hecho Tomás González o Pilar Quintana, por mencionar dos narradores colombianos vivos. También me gusta leer novelas que parecen ensayos o poemas que parecen cuentos, pero el híbrido por el híbrido a veces suele defraudarme.

 

¿Cómo nació Animales de familia?

A principios del 2020 había terminado la primera versión de la novela y en esos días de descanso, mientras dejaba fermentar un poco ese manuscrito, me puse a pensar en cuál sería mi próxima escritura. Quería volver al cuento, así que empecé a tomar notas en una libreta, ideas de cuentos, durante varios días, de manera muy libre. Y me pillé que tres o cuatro ideas tenían que ver con animales. Y en esas me acordé que tenía dos cuentos ya escritos y que en cada uno de ellos había protagonismo animal. Entonces me dije, “Voy a hacer un animalario íntimo” y ahí empecé a pensar en mi vida, en los animales que atravesaban mi mundo, no necesariamente mascotas, y poco a poco fui detectándolos y ya luego en la escritura descubrí cuáles eran esas historias que escondían esos animales y cómo se relacionaban conmigo. Fueron varios años de pensarle, varias temporadas de creación, escritura, de fermentación, de reescritura, hasta que me sentí satisfecho y que ya era hora de liberarlos en una editorial.

 

¿Siempre tuviste en mente que los animales serían el hilo conductor del libro o fue algo que descubriste en el camino?

Desde que surgió la idea del libro tuve claro que el juego que quería proponerme tenía que ver con incluir un animal en cada cuento, no necesariamente como protagonista, pero tampoco de manera gratuita. Esto del animalario, lo sabía, era más bien como una excusa, o un aliciente, que me funcionaba muy bien para encontrar y escribir estos cuentos que a fin de cuentas tienen que ver más con el universo familiar que con el animal. Los seres humanos somos animales de familia y por eso creo que el título propone un doble significado: hemos convivido con fauna variopinta pero también somos la fauna misma.

 

¿Se quedó algún animal por fuera?

Había un cuento de un ratón que saltaba por una ventana, desde un segundo piso, justo el día que el habitante de la casa quería renunciar a su vida y dar un salto al vacío, pero me parecía que estaba un nivel por debajo de los demás, y no por calidad en la escritura o algo así, sino porque sentía que no me desgarraba por ningún lado, no me movía las fibras como los otros.