Al lado de José Libardo Porras uno se sentía muy pequeño, y no solo porque era realmente tan alto que sobresalía entre gente promedio por más de una cabeza, sino, principalmente, por la grandeza de su actuar, la inteligencia de su conversación y la dulzura de su trato. Era imposible no sentirse conmovido al cruzar con él un par de frases triviales, pues tenía la capacidad innata de volver lo mas simple en algo profundo, y de elevar con palabras sencillas una idea aparentemente insignificante, a pura poesía.
Solo tuvo ojos para la literatura y quiso delimitar su vida con muros sólidos construidos con palabras suyas y de otros. Supo desde muy joven que quería dedicarse a las letras. Algunos lo conocieron en su faceta de profesor (¡qué afortunados!), pues se dedicó un tiempo a la docencia. Se retiró para poder hacer lo que quería: leer y escribir, nada más. Después de varios títulos publicados, y a pesar de tener un lugar bien ganado en la literatura nacional, seguía participando en becas, y, como era de esperarse, se las seguía ganando. Se caracterizaba por ser un escritor que prefería pasar desapercibido, usar un seudónimo e ir por la vida de forma silenciosa. No era la suya una falsa modestia, sino más bien la austeridad de un estoico, en un medio como el literario, en el cual los egos asoman por doquier.
A finales de 2018 nos buscó. Quería saber si nos interesaba publicar la novela con la que acababa de ganar la beca de la Alcaldía, pues los premiados escogen editorial para publicar su obra. Había publicado antes con editoriales grandes, universitarias, de renombre, y por alguna razón quiso que su último título Lucky, lo publicáramos nosotros. Nos emocionó enormemente que pensara en nuestra editorial, pero nunca antes habíamos editado un título ganador de becas, por lo tanto, no sabíamos cómo hacerlo. Lo primero que hicimos, obviamente, fue leer el texto y descubrir que era una novela maravillosa. Luego llegó el proceso de edición y editar a un escritor consagrado generaba muchas dudas: ¿Cómo se le podrán sugerir los cambios? ¿Le chocará que le pidamos aclaraciones? ¿Estará dispuesto a recibir nuestras observaciones? Qué poco lo conocíamos en ese momento; José Libardo era un autor receptivo y abierto para ese tipo de asuntos, que no solo aceptó todo (lo poco que fue porque su estilo se caracteriza por ser impecable), sino que además lo hizo con una inmensa gratitud, otra virtud más a su haber.
Caímos rendidos a sus pies. Tuvimos unos pocos -muy pocos- meses para conocerlo, para disfrutar de las historias fascinantes que nos compartía, siempre con la misma sobriedad, con la misma delicadeza al hablar y al actuar, con la misma sencillez. Su salud jugaba en nuestra contra, lo sabíamos desde el principio. El libro debía lanzarse en la Fiesta del libro en septiembre de 2019 y así lo hicimos. En su lanzamiento colectivo, lo primero que hizo al recibir el micrófono, casi al final de la presentación de los autores ganadores, fue felicitar a sus compañeros de mesa (uno por uno) por sus respectivas obras, algo que a nadie se le había ocurrido esa tarde; así de generoso era José Libardo. Dijo también que le agradecía a Angosta el cariño que le había tomado a su “novelita”, que se lo habíamos contagiado y ahora era su libro mas querido. Sobra decir que nos conmovió hasta las lágrimas sin saber lo que pasaría un mes después.
Una de sus hermanas nos dijo en su entierro:
-Gracias, le dieron su última felicidad…
Ella no sabe que fue al contrario. José Libardo nos dejó a Lucky, y la gran felicidad de cuidarlo, como se lo prometimos a su dueño.
Foto: Ignacio Piedrahíta.
Texto: Alexandra Pareja.